La isla canaria de Tenerife está harta de las torres de piedra que los turistas están construyendo en sus playas de Jardín y El Beril. Puede que le den a la costa un giro original y no poco atractivo, pero los ecologistas están lejos de estar contentos ya que el desplazamiento de las piedras de su «hábitat» natural está amenazando la flora y fauna de la isla. En un intento por revertir los efectos, un grupo de voluntarios se propuso devolverlos a su lugar legítimo y la playa a su estado original el pasado fin de semana.
Esta tendencia no es propia de las Islas Canarias, pero estas dos playas de Tenerife tienen el récord en Europa de estas efímeras esculturas.
Esta tendencia no es propia de las Islas Canarias, pero estas dos playas de Tenerife ostentan el récord en Europa de estas efímeras esculturas con un tramo de torres de 200 metros de longitud y 15 metros de ancho a lo largo de los paseos marítimos.
Aunque hay lugares a lo largo de la costa española donde turistas y lugareños intentan dejar su huella, el abogado Jaime Coello, director de la Fundación Telesforo Bravo Juan Coello, que acaba de organizar la retirada de las piedras en colaboración con los ayuntamientos del Puerto de la Cruz y del Cabildo, sostiene que hay que ir a Hawai, Aruba o a la isla de la Reunión para ver cualquier cosa a la escala de Tenerife.
Estos montículos, que en el pasado se utilizaban para la coronación de tumbas, han estado presentes en las tradiciones espirituales de varias culturas de todo el mundo durante siglos, desde el cairns escocés, que indica la ubicación de una tumba, hasta la tradición zen, en la que una persona está simbolizada por la torre y sus experiencias en la vida por las piedras. Pero en 1987, la Convergencia Armónica – un evento de meditación sincronizada coordinada desde la Costa Oeste de América – desencadenó una tendencia a erigir las torres de piedra, y pronto la gente de todas partes lo estaba haciendo, a menudo simplemente para ver cuántas piedras podían equilibrar unas sobre otras.
Los efectos de estas torres sobre el medio ambiente son diversos. Según Matías Fonte, decano del Colegio Oficial de Biólogos de Canarias, existe un «deterioro» del paisaje, cuya magnitud depende de la altura de la torre: cuanto más alta es la torre, más sombra produce y más presión ejerce sobre el suelo.
Pero, sobre todo, las torres afectan a los hábitats de animales y plantas; debajo de cada piedra hay un ecosistema de bacterias, líquenes y hongos vertebrados e invertebrados que se alteran cuando se levantan. Los caracoles de tierra, las lapas y los cangrejos son los más vulnerables, junto con las algas y los líquenes, según Fonte.
También hay un impacto geológico. «Mover las piedras quita artificialmente información sobre el terreno en el que se encuentran porque las rocas actúan como libros en los que podemos leer la historia de la Tierra», dice Ramón Casillas, profesor de Geoquímica y Petrología de la Universidad de La Laguna. «El hombre tiene que dejar su huella donde quiera que vaya», se queja.
Enfrentarse a estos edificios artificiales en Playa Jardín es espeluznante – un poco como caminar a través de cientos de cruces en un cementerio. Los turistas se detienen a contemplar la vista, entre ellos Henrik, de 19 años, que tiene la cámara apagada. «Este es un lugar especial debido al contraste entre las pilas de piedras hechas por el hombre y el telón de fondo del mar», dice. Él continúa describiendo la escena como «arte» y dice que probablemente construirá su propia torre.
En la playa El Beril de Adeje, al otro lado de la isla, un hombre de 34 años llamado Wilson se encuentra en plena actividad creativa y logra construir una torre de poco más de un metro de altura. «La gente viene todos los días a hacer torres», dice mientras muestra otras cuatro que ha construido junto con una escultura de arena del volcán Teide con un lagarto gigante a sus pies, que le hace ganar monedas de los turistas que pasan por allí.
Desmontaje de las torres
El trabajo de los voluntarios este sábado en Playa Jardín debía consistir en devolver las piedras a sus lugares legítimos – suavemente, sin patear nada, según Coello, para no afectar a la flora y fauna y a las propias piedras. Una vez finalizadas las obras de este litoral, la idea es continuar en El Beril en colaboración con el Ayuntamiento de Adeje. Con el fin de impedir que la gente construya más torres en ambas playas, la fundación está pidiendo a las empresas locales que coloquen carteles que informen a los visitantes de que la práctica es contraria a la legislación española.
Durante los últimos 10 años, Internet y los medios sociales han actuado como una herramienta de promoción para las torres. «En Google Maps, estas áreas están indicadas como una atracción para visitar y hay cuentas Instagram que animan a la gente a ir a ellas para hacer deseos y tomar fotos», explica Coello.
Coello añade que las torres no tienen nada que ver con las costumbres de las islas. «Los turistas no se dan cuenta: cuando ven las torres, piensan que es una tradición local y la imitan», dice.